“La
obediencia es enemiga del actor”. “Si una obra de teatro no nos hace mejores
entonces no sirve para nada”. “En el escenario desaparece el bien y el mal, desaparece
el juicio”. No, estas no son frases sacadas de un panfleto revolucionario. Son
sólo algunas de las bases sobre las cuales Arístides Vargas y Charo Francés,
fundadores del emblemático grupo Malayerba, gestaron su ya conocida y
maravillosa teatralidad. Ahora en Lima, llegaron a dictar un taller de
dramaturgia y actuación, a montar la obra La
república análoga con un grupo de actores peruanos, y a actuar su clásico Nuestra señora de las nubes. Y no, no
puede perderse esta obra pues pocas veces tendrá la suerte de tocar, de palpar
la magia en un escenario. Eso sí, le advierto que transitará entre la
maravilla, la risa, el encanto y el llanto. Guarde un pañuelo en el bolsillo.
Le van a regalar su inextinguible amor por el teatro.
Michael Joan, egresado
del (desaparecido) TUC, es, junto con su esposa y también actriz Claudia del
Águila, creadores de la asociación cultural La
Vale. Así que a ellos debemos culpar por tener hoy en la ciudad a dos de
las figuras más importante del teatro actual (pero no necesariamente
contemporáneo). O no, tal vez debamos culpar a Alberto Ísola quien fue quien
introdujo a Michael al mundo de Arístides, a esa dramaturgia fantástica que
constantemente trasgrede la realidad y el sueño, donde las márgenes de la
poesía, el sarcasmo y el dolor copulan incesantemente
Entre una pausa minúscula
entre ensayos y la hora de almuerzo, conversamos con ambos. Bajo la sombrilla
de una mesa en la Alianza Francesa, espacio que albergará todas las aventuras
de los Malayerba en estos meses, Arístides se apoya sobre las rodillas, a veces
con las dos manos, a veces a lo Vallejo, con una mano sosteniendo en el mentón
y me habla.
¿Cómo funciona el olvido como catalizador en el
actor?
Arístides: Lo bueno es que este taller lo hemos hecho en diversos lugares como Buenos
Aires, Puerto Rico y es un taller sobre lo que uno olvida y sobre lo ue uno
cree haber vivido porque lo recordado no es precisamente lo recordado sino lo
que parece se ha vivido…
Charo: O la selección inconsciente del recuerdo.
¿El cuerpo no olvida, entonces?
Arístides: No, no… o sea, el recuerdo y el olvido son cuestiones muy personales que es
un poco lo imbrica en el teatro que también es una conexión muy personal con la
memoria. Yo no creo que las actrices y los actores no actuemos otra cosa que no
sea…
Charo: ¡Nuestra vida!
Arístides: Exacto. Y nuestra memoria, lo que recordamos de ella que es la fuente de
toda actuación.
¿No es doloroso recordar?
Charo: Vivir lo es. Y el único momento donde no nos va a doler nada es cuando nos
hayamos muerto. Pero recordar puede ser muy creativo también. A veces uno se
muere de risa recordando ciertas cosas. Depende de lo que recuerdes, obviamente
y te encontrarás con recuerdos muy dolorosos a los que hay que darles la cara
porque el que sean dolorosos no quiere decir que nos hagan daño. Hay cosas que
duelen pero que nos hacen mucho bien.
Arístides, has dicho infinidad de veces que “la patria son espacios, espacios afectivos que creas con alguien, con el otro”. Pero entonces, ¿cómo construimos una identidad teatral –sobre todo en este país donde los dramaturgos son una rara especie, se escribe muy poco- sin una patria física?
Arístides: La identidad es algo que surge peor no por una consciencia. Tú eres
peruana a pesar tuyo, yo sor argentino a pesar mío así que por más que yo
escriba lo que escriba va a estar atravesado por mi identidad pero no es una
sola, son identidades las que hay que se van sumando y me van conformando son
mitos comunes, mitos de una comunidad, de su historia que también te conforma
pero tú eres alguien.
Charo: Además hay una cultura que se tiene heredada genéticamente y de la cual,
por más que quieras prescindir, te hace ser.
Arístides: No es una decisión racional decir “yo voy a escribir para alimentar la
identidad peruana”. No, eres peruana y desde el momento que escribes vas a
escribir así.
Lo bueno es que el teatro latinoamericano ya superó esta etapa político/social del setenta que fue el tema que la caracterizó y la posicionó a nivel mundial. ¿Qué está pasando con el teatro en esta parte del mundo y cómo ven la movida aquí –mucho se habla de un “boom” teatral aunque se cuestiona la calidad- con respecto al resto de Latinoamérica?
Charo: Yo creo que hay momentos en la historia de toda civilización o sociedad que
necesitan dirigir sus acciones en uno u otro rumbo pero el hecho que haya mucho
teatro en sí mismo es edificante. El que vaya encontrando su propia manera de
ser depende también del resto del mundo porque no estamos aislados, estamos en
permanente contacto y más que nunca con todo lo que ocurre a nuestro alrededor.
Entonces cuando hay esta facilidad enorme para contactarnos con lo demás, lo
demás nos deslumbra por un tiempo y luego ya nos tranquilizamos, ya nos
habituamos y podemos darnos espacio para nosotros mismos. Y ese deslumbre hay
que aceptarlo. Ya pasará.
Arístides: Los temas en teatro siempre se repiten de una u otra forma no sólo en
latinoamericano. Lo que cambian son las formas en que asumes esos temas y creo
más bien que ahora es más diverso, que tiene muchas aristas. Hay diferentes
propuestas en sus regiones: en la parte central, en Suramérica, en el Caribe.
Cada una tiene, por lo que hemos visto en nuestros viajes, una cantidad
inusitada de propuestas.
Charo: Pero sí hay ejes comunes. En el teatro ha habido (y no sé cuándo
desaparecerá) un tema que encontramos nosotros se repite en muchos lugares que
es la familia de clase media disfuncional. Y bueno, seguro cuando ya se haya
tocado el drama de cada uno de los hijos de toda la clase media latinoamericana
podremos hablar de otra cosa (risas).
Arístides: Como en los años setenta era ese teatro político. Es decir, hay cosas que
se empiezan a repetir hasta la saciedad.
Charo: Y hay gente que siempre se sale de esos temas.
Arístides: Y hay a quienes no le interesan los temas en auge. Creo que es interesante
cuando uno está fuera de las modas, de las posturas y es consecuente con una
teatralidad que considera fundamental, por sobre los temas.
Charo: Nosotros somos bien anacrónicos, en realidad (risas).
Has dicho también que “escribir el texto no supone tener un plan previo” pero supongo que al escribir sí tienes imágenes en mente, ¿cómo las rompes al abordar el texto en escena?, ¿es aquí cuando la figura actor-creador se hace más necesaria?
Arístides: Como dramaturgo sí tengo, en efecto, algunas imágenes en mente.
Pero acepto que tus textos teatrales casi no
tienen acotaciones.
Arístides: No, no las tienen para que cada uno pueda acotar lo que quiera. Pero lo
cierto es que cuando estoy en el papel de dramaturgo sí tengo una pre-puesta en
la cabeza. Pero no quiere decir que esa no pueda ser cambiada en el momento que
asumo como director. Soy muy desapegado del texto. Yo los escribí y los hice
con una función y, en todo caso, lo que busco en los otros es que puedan hacer
el mismo ejercicio, que le den el contenido, otro contenido.
Con los años ha ido disminuyendo esta suerte de diputas entre escuelas, que si Stanislavski o Grotowski, ¿cuál es la base del actor que ustedes buscan?, ¿la corporalidad como principal herramienta?
Charo: Nosotros entendemos que el cuerpo no es nada si no hay una cabeza
pensante, un sistema nervioso… un individuo integral. Solemos decir que para
nosotros el actor es un cuerpo emocionado e inteligente. No lo entendemos por
partes. Como grupo el cuerpo es tan importante como el pensamiento y la emoción
y entre ellos se estimulan, se transforman.
Tres son tus textos que tratan específicamente sobre el exilio aunque como un vaho ha abordado toda tu obra. Cuarenta años después, ¿sigue presente o es que hemos cambiado nuestras formas de exilio? No nos exiliamos de espacios físicos sino del amor, la justicia, la amistad.
Arístides: Sí. El exilio es un tema que desde Ulises hasta acá es un tema muy
presente en la literatura. Creo que en la contemporaneidad a gente vive
exiliada…
Charo: De sí misma, a veces.
Arístides: Sí… vive exiliada de lo que tú dices, de su contexto, de su ser auténtico.
¿Hay dolor en ti?
Arístides: En mi caso siempre hay dolor. Casi todas las obras que escribo hay una
dosis de dolor que en algunos casos es el mío. Como cuando le dicen a Chejov
que tiene una obra muy dolorosa, y él responde “qué raro, si soy una persona
muy feliz”, lo mismo digo yo, que soy muy feliz pero a la hora de escribir
salen otras cosas.
¿Es el teatro una hierba mala en el sentido que donde sea crece?
Charo: Ahora estamos en Lima –que no es cualquier lugar-, hace muy poco estuvimos
en San Salvador, Costa Rica, Argentina entonces en ese sentido tratamos de
enraizarnos culturalmente a donde llegamos, tratamos de vincularnos con ese
lugar.
Arístides: Lo que se va tendiendo son puentes y redes casi invisibles entre la gente
del teatro en América Latina. Eso crea también una sensación de pertenencia,
perteneces al Perú, al Ecuador o Argentina pero también perteneces a esa red de
teatros y teatralidades latinoamericanas.
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