sábado, 5 de julio de 2014

LOS CALETAS DEL TEATRO

Sí, suspicaz lector, este titular ya lo ha leído números atrás. Pero no, no estamos reciclando material ni poniendo a prueba su memoria. En Velaverde hemos decidido que es necesario revelar, cada cierto tiempo, las nuevas propuestas teatrales que refrescan nuestra escena. Así que si en unos semanas usted se enfrenta nuevamente a este título pues alégrese, quiere decir que nuestro teatro llega con novedades sacadas de todo lo clásico, montajes que apuestan por el riesgo y por ello que aconsejaba el maestro Konstantin Stanislavski: “el teatro no debe permanecer mucho tiempo en lo mismo, repitiendo siempre lo demasiado familiar”. El arrebato llegó a nuestras salas, ¿está preparado?



Para decir adiós
Una señora mayor con problemas de dinero. Una orden de desalojo. Una casa que será demolida. Tal vez una nueva construcción vertical invada el barrio. Una despedida al hogar que ahí se tuvo. Estas son las premisas que abarca la obra “Presentes”, que desde la desordenada y vertiginosa expansión inmobiliaria se toma un momento para reflexionar sobre todo lo que se deja atrás, lo que se abandona y se pierde a la vez, cuando desocupamos un espacio físico al que durante años bautizamos como hogar.

“Nos metimos a trabajar sobre las relaciones que surgen dentro de una casa, además de lo que acarrea tener una y nuestros primeros impulsos creadores fueron la familia, la reunión”, explica el director Fito Bustamante respecto a este montaje que fue concebido primariamente como una creación colectiva a partir de un laboratorio montaje a cargo de su grupo de teatro Pánico Escénico. “El texto es una suma de todas las escenas escritas por los actores y actrices más algunas que se propusieron desde la dirección. Luego, junto con Alonso Romero, les dimos una unidad desde la dramaturgia”, agrega Fito. A esto hay que sumarle que la obra será montada justamente en una casa (un espacio no convencional para hacer teatro) y así redondear la atmósfera que se busca desde la escena para el espectador.

Y es que todo parece perfecto cuando otros visitan nuestra casa: todo está en orden, todo está limpio, todos sonríen, se palpa amabilidad. Pero cuando estas visitas se despiden se develan la carencias, los problemas “el resto de cosas que son propias de las personas que la habitan”, explica el director. La casa imaginaria donde transcurren los hechos, está a punto de ser demolida. Desde ahí nace el adiós/tributo/agradecimiento que su dueña, y las presencias que en ella habitan, le regalan a ese hogar que ya no lo será más. “No estamos diciendo que sean fantasmas ni estén muertos, son solo recuerdos que se impregnan en las paredes y que se están liberando”.
Y es que te pueden quitar todo menos tus recuerdos, es lo que nos quiere decir esta obra, tercer montaje de Pánico Escénico, colectivo fundado en el 2011 y que ahora está bajo la dirección de Fito Bustamante y Natalí Zegarra. Un nuevo espacio que busca darle oportunidad a la gente joven “pues sentimos que en la escena teatral limeña se nos juzga mucho. Manejamos un constante estado de investigación teatral que parte desde el hacer físico. Ese es nuestro impulso”, aclaran los muchachos.
 
Ficha técnica
Obra
Presentes
Dramaturgo
Fito Bustamante y Alonso Romero
Dirección
Fito Bustamante
Actores
Natalí Zegarra, Úrsula Palomino, Martín Berrios, Rodrigo Rodríguez, Daniela Rodríguez y Miriam Guevara
Temporada
Del 28/02 al 23/03 – viernes, sábado y domingo
Lugar
Casa Kambalache – Calle 2 de mayo 157, Barranco
Hora
20:00



Semana improvisada
Imprología es un colectivo de artistas, comunicadores, músicos, pintores y, por supuesto, actores que en sus seis años de creación vienen sorprendiendo en el medio. Nacidos desde las aulas de la Universidad Católica, este grupo ha sabido mezclar sus profesiones y oficios para volcar esta tormenta de conocimientos a favor de la investigación de la técnica de improvisación teatral. Superándose a ellos mismos, llegan con su “I Festival de Imprología” donde la improvisación musical es su plato fuerte.

El festival abre con Oniria, un espectáculo basado en la técnica del soundpainting. Son más de 15 improvisadores en escena que combinan música, canto popular, poesía, danza y dibujo”, nos explica un emocionado Dusan Fung, una de las cabezas del equipo. “El soundpainting es para mí una revolución porque esto del teatro contemporáneo, la danza contemporánea, la música contemporánea no existe. Es el arte contemporáneo y tenemos que asumirlo como tal. Ahora el actor es músico, éste es malabarista y a la vez baila, entonces estamos frente a una técnica que nos obliga a trabajar juntos desde varios estímulos, y el festival tiene que ver con eso”, agrega. Es una celebración que festeja esta juvenil necesidad de adaptación a las nuevas formas, de reinvención constante, cualidad de la que carecen estas épocas modernas.

El festival consta de seis fechas en tres fines de semana. A la mencionada Oniria, se suman el Jamming de Imprología que tienen como invitados a improvisadores de Argentina que deberán crear historias repentinas y acompañarlas de música. Tarea harto divertida pero retadora. Por su parte, el reconocido actor Guillermo Castañeda dirigió un taller de stand up comedy y en la segunda semana veremos el hilarante resultado de seis monologuistas aprendices. Y Cachivaches son los recuerdos improvisados que nacerán en el escenario gracias a un baúl repleto de objetos que creíamos olvidados como tu camisa del cole firmada por tu promo o el roponcito de bebé que tejió tu abuelita, siendo el público quien determine el correr de cada historia.
 
Además, Imprología está sumergido actualmente en un plan de mayor envergadura que es el “Proyecto Escuela”, un espacio de pedagogía y enseñanza de nuevas herramientas para el creador, donde ya han sumado cursos como danza, técnica vocal, stand up, clown y canto. Es que como bien dice Dusan, “si en nuestro país consideramos al teatro súper joven, imagínate la impro, es como si todavía no hubiera nacido. Siempre nos estamos quejando de que no hay espacio, lo que queremos hacer ahora es demostrar que si queremos, podemos y que todo espacio o lugar funciona. Igual estamos acomplándolos para que el público se sienta cómodo, y que los vecinos, los artistas que vivimos acá en comunidad sientan en la Casa Recurso un lugar abierto para todo, incluso para el desarrollo social y cuidado del ambiente”. Bien dicho. Ahora a reír.

Ficha técnica
Espectáculo
I Festival de Imprología
Obras
Oniria, Jamming de Imprología, Pandora, Stand up Comedy, Cachivaches y Noches de Imprología
Lugares
Casa Recurso (Jr. San Antonio 203, Barranco), Jaya Restobar (Calle Martir José Olaya 139, Miraflores) y Sargento Pimienta (Av. Bolognesi 757, Barranco)
Temporada
Hasta el sábado 15 de febrero



Me río de miedo
Mucho se ha discutido sobre la calidad de las últimas obras estrenadas por Plan 9, la asociación cultural que dirigen David Carrillo y Giovanni Ciccia, pero si en algo estamos todos de acuerdo es que sus directores saben dar cabida a sus egresados de actuación. Es decir, montaje que planean es una posibilidad para visibilizar la labor de sus alumnos y así darles la experiencia que necesitan dentro del circuito profesional del teatro. Y “Lo raro”, obra estrenada el pasado sábado 1 de febrero -dentro del horario oficial-, llega con el elenco copado por jóvenes actores. Aplausos de pie.

Esta es una obra conformada por seis macabras historias cortas de terror escritas por un guionista de cómics estadounidense. “Estos cuentos no tienen mayor hilo conductor que un presentador de show de terror (S.T. Tumba) que lo hará como si estuvieras viendo un episodio de Cuentos de la cripta”, cuenta David Carrillo. Y es que el terror es un género muy poco explotado en nuestra cartelera teatral. “Es que es bien difícil”, explica Carrillo. “Lo bueno es que es no es terror puro sino que apelamos al humor pero no a la parodia. Sí buscamos crear un balance de inquietud y zozobra en el público y, a la vez, rendir homenaje a los referentes ochenteros y setenteros de esta rama literaria y cinematográfica que tanto nos han aportado”.

Lo anecdótico de esta obra es que no estaba planteada dentro del cronograma anual de Plan 9. Sucede que dos de los actores, Martín Velásquez y Valentín Prado, leyeron la obra durante los ensayos del anterior montaje y, sencillamente, se enamoraron de ésta. Además, sabían que existía un hueco de tres semanas donde el teatro estaba disponible. Se lo propusieron a David y corrieron con temas de producción. “Tener actores motivados es lo mejor. El actor es el motor del teatro. Actores que no son motor me aburren”, sentencia el orgulloso director.

Sobe la obra, Valentín Prado se emociona: “me encanta que la gente va a ver a cinco actores corretear en el escenario cambiando constantemente de personajes. Es súper vertiginosa. Es curioso porque a mí no me gustan mucho las películas de terror porque caen en el cliché pero con esta obra me permití conocer los clásicos, el suspenso de Polanski o de Hitchcock”, pues entre las historias nos encontramos con guiños a La Mosca o El bebé de Rosemary.

Ficha técnica
Obra
Lo raro
Dirección
David Carrillo
Actores
Martín Velásquez, Alicia Mercado, Óscar Meza, Valentín Prado y
Marina Gutiérrez.
Temporada
Del 01/02 al 23/02 – De jueves a lunes
Lugar
Teatro Larco – Av. Larco 1036, Miraflores
Hora
20:00 y domingos, 19:00

INSTRUCCIONES PARA ABRAZAR EL TEATRO

“La obediencia es enemiga del actor”. “Si una obra de teatro no nos hace mejores entonces no sirve para nada”. “En el escenario desaparece el bien y el mal, desaparece el juicio”. No, estas no son frases sacadas de un panfleto revolucionario. Son sólo algunas de las bases sobre las cuales Arístides Vargas y Charo Francés, fundadores del emblemático grupo Malayerba, gestaron su ya conocida y maravillosa teatralidad. Ahora en Lima, llegaron a dictar un taller de dramaturgia y actuación, a montar la obra La república análoga con un grupo de actores peruanos, y a actuar su clásico Nuestra señora de las nubes. Y no, no puede perderse esta obra pues pocas veces tendrá la suerte de tocar, de palpar la magia en un escenario. Eso sí, le advierto que transitará entre la maravilla, la risa, el encanto y el llanto. Guarde un pañuelo en el bolsillo. Le van a regalar su inextinguible amor por el teatro.


Michael Joan, egresado del (desaparecido) TUC, es, junto con su esposa y también actriz Claudia del Águila, creadores de la asociación cultural La Vale. Así que a ellos debemos culpar por tener hoy en la ciudad a dos de las figuras más importante del teatro actual (pero no necesariamente contemporáneo). O no, tal vez debamos culpar a Alberto Ísola quien fue quien introdujo a Michael al mundo de Arístides, a esa dramaturgia fantástica que constantemente trasgrede la realidad y el sueño, donde las márgenes de la poesía, el sarcasmo y el dolor copulan incesantemente

Entre una pausa minúscula entre ensayos y la hora de almuerzo, conversamos con ambos. Bajo la sombrilla de una mesa en la Alianza Francesa, espacio que albergará todas las aventuras de los Malayerba en estos meses, Arístides se apoya sobre las rodillas, a veces con las dos manos, a veces a lo Vallejo, con una mano sosteniendo en el mentón y me habla.

¿Cómo funciona el olvido como catalizador en el actor?
Arístides: Lo bueno es que este taller lo hemos hecho en diversos lugares como Buenos Aires, Puerto Rico y es un taller sobre lo que uno olvida y sobre lo ue uno cree haber vivido porque lo recordado no es precisamente lo recordado sino lo que parece se ha vivido…
Charo: O la selección inconsciente del recuerdo.

¿El cuerpo no olvida, entonces?
Arístides: No, no… o sea, el recuerdo y el olvido son cuestiones muy personales que es un poco lo imbrica en el teatro que también es una conexión muy personal con la memoria. Yo no creo que las actrices y los actores no actuemos otra cosa que no sea…
Charo: ¡Nuestra vida!
Arístides: Exacto. Y nuestra memoria, lo que recordamos de ella que es la fuente de toda actuación.

¿No es doloroso recordar?
Charo: Vivir lo es. Y el único momento donde no nos va a doler nada es cuando nos hayamos muerto. Pero recordar puede ser muy creativo también. A veces uno se muere de risa recordando ciertas cosas. Depende de lo que recuerdes, obviamente y te encontrarás con recuerdos muy dolorosos a los que hay que darles la cara porque el que sean dolorosos no quiere decir que nos hagan daño. Hay cosas que duelen pero que nos hacen mucho bien.

Arístides, has dicho infinidad de veces que “la patria son espacios, espacios afectivos que creas con alguien, con el otro”. Pero entonces, ¿cómo construimos una identidad teatral –sobre todo en este país donde los dramaturgos son una rara especie, se escribe muy poco- sin una patria física?
Arístides: La identidad es algo que surge peor no por una consciencia. Tú eres peruana a pesar tuyo, yo sor argentino a pesar mío así que por más que yo escriba lo que escriba va a estar atravesado por mi identidad pero no es una sola, son identidades las que hay que se van sumando y me van conformando son mitos comunes, mitos de una comunidad, de su historia que también te conforma pero tú eres alguien.
Charo: Además hay una cultura que se tiene heredada genéticamente y de la cual, por más que quieras prescindir, te hace ser.
Arístides: No es una decisión racional decir “yo voy a escribir para alimentar la identidad peruana”. No, eres peruana y desde el momento que escribes vas a escribir así.

Lo bueno es que el teatro latinoamericano ya superó esta etapa político/social del setenta que fue el tema que la caracterizó y la posicionó a nivel mundial. ¿Qué está pasando con el teatro en esta parte del mundo y cómo ven la movida aquí –mucho se habla de un “boom” teatral aunque se cuestiona la calidad- con respecto al resto de Latinoamérica?
Charo: Yo creo que hay momentos en la historia de toda civilización o sociedad que necesitan dirigir sus acciones en uno u otro rumbo pero el hecho que haya mucho teatro en sí mismo es edificante. El que vaya encontrando su propia manera de ser depende también del resto del mundo porque no estamos aislados, estamos en permanente contacto y más que nunca con todo lo que ocurre a nuestro alrededor. Entonces cuando hay esta facilidad enorme para contactarnos con lo demás, lo demás nos deslumbra por un tiempo y luego ya nos tranquilizamos, ya nos habituamos y podemos darnos espacio para nosotros mismos. Y ese deslumbre hay que aceptarlo. Ya pasará.
Arístides: Los temas en teatro siempre se repiten de una u otra forma no sólo en latinoamericano. Lo que cambian son las formas en que asumes esos temas y creo más bien que ahora es más diverso, que tiene muchas aristas. Hay diferentes propuestas en sus regiones: en la parte central, en Suramérica, en el Caribe. Cada una tiene, por lo que hemos visto en nuestros viajes, una cantidad inusitada de propuestas.
Charo: Pero sí hay ejes comunes. En el teatro ha habido (y no sé cuándo desaparecerá) un tema que encontramos nosotros se repite en muchos lugares que es la familia de clase media disfuncional. Y bueno, seguro cuando ya se haya tocado el drama de cada uno de los hijos de toda la clase media latinoamericana podremos hablar de otra cosa (risas).
Arístides: Como en los años setenta era ese teatro político. Es decir, hay cosas que se empiezan a repetir hasta la saciedad.
Charo: Y hay gente que siempre se sale de esos temas.
Arístides: Y hay a quienes no le interesan los temas en auge. Creo que es interesante cuando uno está fuera de las modas, de las posturas y es consecuente con una teatralidad que considera fundamental, por sobre los temas.
Charo: Nosotros somos bien anacrónicos, en realidad (risas).

Has dicho también que “escribir el texto no supone tener un plan previo” pero supongo que al escribir sí tienes imágenes en mente, ¿cómo las rompes al abordar el texto en escena?, ¿es aquí cuando la figura actor-creador se hace más necesaria?
Arístides: Como dramaturgo sí tengo, en efecto, algunas imágenes en mente.
Pero acepto que tus textos teatrales casi no tienen acotaciones.
Arístides: No, no las tienen para que cada uno pueda acotar lo que quiera. Pero lo cierto es que cuando estoy en el papel de dramaturgo sí tengo una pre-puesta en la cabeza. Pero no quiere decir que esa no pueda ser cambiada en el momento que asumo como director. Soy muy desapegado del texto. Yo los escribí y los hice con una función y, en todo caso, lo que busco en los otros es que puedan hacer el mismo ejercicio, que le den el contenido, otro contenido.

Con los años ha ido disminuyendo esta suerte de diputas entre escuelas, que si Stanislavski o Grotowski, ¿cuál es la base del actor que ustedes buscan?, ¿la corporalidad como principal herramienta?
Charo: Nosotros entendemos que el cuerpo no es nada si no hay una cabeza pensante, un sistema nervioso… un individuo integral. Solemos decir que para nosotros el actor es un cuerpo emocionado e inteligente. No lo entendemos por partes. Como grupo el cuerpo es tan importante como el pensamiento y la emoción y entre ellos se estimulan, se transforman.

Tres son tus textos que tratan específicamente sobre el exilio aunque como un vaho ha abordado toda tu obra. Cuarenta años después, ¿sigue presente o es que hemos cambiado nuestras formas de exilio? No nos exiliamos de espacios físicos sino del amor, la justicia, la amistad.
Arístides: Sí. El exilio es un tema que desde Ulises hasta acá es un tema muy presente en la literatura. Creo que en la contemporaneidad a gente vive exiliada…
Charo: De sí misma, a veces.
Arístides: Sí… vive exiliada de lo que tú dices, de su contexto, de su ser auténtico.
¿Hay dolor en ti?
Arístides: En mi caso siempre hay dolor. Casi todas las obras que escribo hay una dosis de dolor que en algunos casos es el mío. Como cuando le dicen a Chejov que tiene una obra muy dolorosa, y él responde “qué raro, si soy una persona muy feliz”, lo mismo digo yo, que soy muy feliz pero a la hora de escribir salen otras cosas.

¿Es el teatro una hierba mala en el sentido que donde sea crece?
Charo: Ahora estamos en Lima –que no es cualquier lugar-, hace muy poco estuvimos en San Salvador, Costa Rica, Argentina entonces en ese sentido tratamos de enraizarnos culturalmente a donde llegamos, tratamos de vincularnos con ese lugar.
Arístides: Lo que se va tendiendo son puentes y redes casi invisibles entre la gente del teatro en América Latina. Eso crea también una sensación de pertenencia, perteneces al Perú, al Ecuador o Argentina pero también perteneces a esa red de teatros y teatralidades latinoamericanas.

“CONTRATO(DO)” O LA DESHUMANIZACIÓN SOCIAL



Trabaja. No preguntes. Cásate. No pienses. Sonríe. No interrumpas. Péinate. No hables. Obedece. No abras el paraguas dentro de la casa. ¡No! ¡No! ¡No! Toda esta abrumadora recatafila de órdenes obedece al nuevo contrato social que parece nos han hecho firmar los empoderados del mundo para ser parte del status quo, para pertenecer al engranaje de una maquinaria que se pretende perfecta y que cada quince días nos gratifica con un depósito bancario. Con dinero en el bolsillo te tienen acallado, sin opción a quejarte. ¿No te gusta? Vete, las puertas están abiertas. No eres indispensable. Cientos babean en puerta por tu puesto y tu sueldo. ¿No te sientes comprado?

Esta es la base argumental de la obra “Contrato(do)”, creación colectiva del grupo teatral Pánico Escénico y que se repone en la acogedora casa Espacio Libre de Barranco por una muy corta temporada que concluye este fin de semana (haga sus reservas. La entrada es libre y la salida solidaria). Estrenada a mediados del año pasado en El Galpón Espacio, el director Fito Bustamante cuenta sobre ésta, su ópera prima, que “el tema llegó sin querer pues empezamos trabajando sobre el miedo pero en uno de los ejercicios Alonso Romero escribió sobre su miedo a la oficina, que veía desde la ventana de su edificio en la avenida Pardo llegar a todos igualitos, a la misma hora, con el mismo maletín, el mismo café, así que en base a ese miedo los demás fueron conectando”.

Si bien los actores están destronados de personaje o nombre alguno, el de Alonso se presenta como una marioneta de las formas en el que el hastío a la corbata, el terno y a la obligación a amarrarse su pelo largo, es notorio. En busca de su propia autarquía, rompe el individualismo que no le permite relacionarse para hacer contacto con la cálida mirada de aire juvenil del personaje de Natalí Zegarra. Juntos deciden concluir con el encierro pero la tarea se complicará al enfrentarse con una genial Daniela Rodríguez, actriz que tras unos años de alejamiento en la escena regresa con una fuerza que sorprende, para ser un gendarme que responde por los intereses de los superiores (esos seres invisibles que jamás se manifiestan). Un cuarto personaje ronda la escena, el de Lucía Meza, quien no sabe si compartir estas ansías de libertad o seguir con su onomatopeya industrializada para escalar posiciones.

Libros con “El proceso” de Kafka, películas como “Brazil” de Terry Gilliam, o discos como “The man machine” de Kraftwerk alimentan de texturas, colores y sonidos a la puesta, un montaje que resalta por el riesgo de forma tal que se siente una consecuencia con lo que el texto quiere dejarnos como aprendizaje. Sin embargo, desde su certero minimalismo, la obra ha perdido cierto peso de arrebato de emancipación ganado en un espacio más grande como lo fue El Galpón. Pero también el grupo ha sabido despertar nuevas cualidades que se aprecian en la íntima sala barranquina: ahora como espectador uno percibe casi tangiblemente una lucha constante nacida de la contención, un juego de miradas más preciso, un lenguaje corporal casi matemático y diálogos ínfimos que aportan a que el público constantemente sea quien construya la historia. Cierto es que la labor puntual de Lucía Meza debe aún ajustarse mucho a la de sus compañeros pues hierra en precisión y ritmo constantemente, generando pequeños vacíos principalmente en la escena que comparte con Romero y donde su elección por un camino debiese quedar definida.

La obra deja abiertas otras interrogantes como si necesitamos o no líderes, o si la búsqueda de libertad saciara nuestro inconformismo. Tal vez no todos puedan ejercer capacidades de guías pero ¿está preparado para el cambio, para dejar su zona de confort? De no ser así, prepárese pues no tendrá herramientas para enfrentarse contra todo lo que le disgusta.